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El autodidacta ambulante

Mudanza

Me he marchado aqui

Cara a cara con el fantasma de la guerra

Cara a cara con el fantasma de la guerra

Después del fracaso con Dorian volví a mi pueblo. La gente estaba asustada y se escondía de personas que el fantasma había cambiado. Intenté curar a aquella gente, pero no eran huesos rotos, ni dolores de cabeza, era miedo. Por desgracia un bando había consumido al otro. Muchos de los que pensaban diferente a aquello huyeron no solo del pueblo sino del país. Yo no creía en ninguno de los bandos, pero no paraban de intimidarme. Si no creías en algo eras del otro bando. Así fue como comenzaron a perseguirme. Mi casa estaba vigilada y toda la gente que conocía o bien había escapado o bien había cambiado. Tenía que salir desesperadamente de allí. Las tabernas estaban cerradas y los negocios muy vigilados. Solo ellos se ocupaban de darnos de comer, por lo tanto, había hambre en las calles. Fui a la montaña donde vivía Morga, pero estaba vacía. Al bajar me encontré con el fantasma cara a cara.

Un grupo de jóvenes que decían ser la nueva seguridad del pueblo me acorraló. Me comenzaron a preguntar y a intimidar. Después de una paliza me encerraron en un sitio pequeño y oscuro. Un mal olor a heces inundaba el lugar. Había gente semidesnuda y torturada, gente que lloraba sin parar y gente que ya no sentía dolor. Había gente que ya se había hecho a la idea de que iba a morir. Curé heridas, arreglé huesos rotos, pero psicológicamente no podía ayudarles. Entraron a por mí y me llevaron a una sala donde se me juzgó por malas artes, decían que curaba sin ejercer de médico y que eso no era normal. Decidieron que iban a fusilarme al amanecer por el mal empleo de la medicina. Según ellos lo único que yo hacía era empeorar a los pacientes. Esa noche no dormí.

Cuando entraron a por mí ya me había imaginado como sería mi muerte. Pensé en todo aquello que había hecho en la vida, mis fracasos y mis glorias, mis penas y mis alegrías, mis odios y mis amores. Me llevaron a través de un pasillo estrecho. Al salir la luz me cegó. Acto seguido me ataron a un poster y tras el grito de “fuego” diez fusiles me atravesaron.

Fui depositado en una fosa común y me untaron de cal viva, escuché a alguien susurrando, cada vez más lejos, hasta que un silencio brutal invadió todo mi ser. Pensé que estaba muerto.

 

Nunca lo entendí, pero abrí los ojos.

 

Dorian, el creador de rompecabezas

Dorian, el creador de rompecabezas

Dorian vivía en nuestro pueblo vecino, no fue difícil dar con él, nada más llegar pregunté por alguien que se dedicase a unir y claro, desconcertaba. Preguntaba si había alguien que ayudase a las parejas en sus relaciones o que se dedicase a hacer mezclas de materiales. Lo único que descubrí fue a una persona que creaba puzzles.

Desde su más tierna infancia, Dorian creaba piezas de unión. Hacia piezas de engranaje como el mecanismo que hacia girar un molino de agua, o la maquina que creó para que las mujeres de su pueblo pudieran tejer con más facilidad. Pero donde Dorian era realmente bueno era creando piezas de madera con dibujos que se podían unir entre sí.  Cuando estas piezas se unían formaban un paisaje. La gente de su pueblo se pegaba por conseguir uno de sus puzzles.

Cuando di con él estaba en su taller, en una calle poco concurrida pero famosa por su tienda de puzzles.

Toqué la puerta y me abrió una mujer mayor, le comenté que buscaba a Dorian y, esta me dijo que su hijo estaba abajo, en el sótano. Dorian estaba trabajando en su último puzzle. Cuando bajé aquellas escaleras noté que la estancia estaba más fría que el resto de la vivienda. Se encontraba en una mesa de madera que supuse había fabricado el mismo. Le comenté porque estaba allí. Le hablé de Morga y de Liandra, de sus dones, le hablé del fantasma de la guerra y que igual que había llegado a mi pueblo acabaría, tarde o temprano, llegando a suyo. Para mi sorpresa, Dorian me dijo que ya conocía el fantasma y que sabía que yo estaba allí para convencerle de que lo derrotase. Dorian estaba al tanto de todo, y sin embargo no había hecho nada. Me dijo que su única razón para vivir eran los puzzles y que él no podía unir a la gente para luchar con el fantasma. Estaba demasiado ocupado en su última creación. Quedé estupefacto, no quería entrar en razón, la única persona capaz de acabar con aquella situación y solo quería hacer un maldito puzzle. Admito que me puse nervioso, que casi rompo todo aquel material que tenia encima de la mesa, pero me contuve.

Cuando estaba subiendo las escaleras para marcharme de allí, dijo:  

“Ese fantasma es un puzzle, pero yo creo puzzles y nunca doy sus soluciones, sino, sería un poco aburrido ¿no crees?”

La aparición del fantasma de la guerra

La aparición del fantasma de la guerra

Decían que habían ganado la guerra. Decían que las cosas iban a cambiar y que teníamos que respetar a un personaje que solo veíamos en fotos. Nos dieron pan y nos obligaron a delatar a nuestros vecinos por medio del terror y la intimidación.

Ciertamente no entendimos nada, pero la aparición del fantasma nos aplastó con violencia, tanto a unos como a otros. Dividió el pueblo en dos, una mitad fuerte y respaldada y la otra mitad silenciada por el miedo.

Fue entonces cuando tuve que ocultar mi don, la iglesia no veía con buenos ojos a la gente que por circunstancias extrañas no eran normales, así que intenté dedicarme solo a la carpintería. Desgraciadamente la gente seguía acudiendo a mí, y yo no podía negarme.

Una mañana subí la montaña para hablar con Morga. Estaba solo en su chimenea viendo como se deshacían las brasas en un frenesí de colores cálidos. Morga se había convertido en una sombra triste y desolada, que difícilmente hablaba y que raramente se movía de aquel lugar.

Le pregunté  si se había dado cuenta de que el fantasma había llegado a la ciudad.

Morga se volvió y me dijo que Liandra había visto el sueño del fantasma. Un sueño lleno de muerte, odio, desolación, tristeza y amargura. Un sueño de dualidad, de división.

Morga dijo que la única forma de vencer a aquel fantasma era la unión del pueblo. Un reto difícil ya que ni él ni yo teníamos el don de unir las cosas. Morga dijo que el solo daba la muerte y rompió a llorar.

Le dije que buscaría a la persona adecuada para enfrentarse al fantasma de la guerra. Morga me dijo que Liandra, antes de morir, veía los sueños de alguien con el don de unir. Esa persona vivía en un pueblo cercano al nuestro.

 

Bajé la montaña y nunca más volví a cruzarme con Morga.

Cuando el amor llegó al pueblo

Cuando el amor llegó al pueblo

Al salir Morga de mi casa, Liandra estaba esperándole, le contó que vio su sueño, que tenía el don para ello. Ella tenía miedo pues esperaba una reacción parecida a la de su padre años atrás, pero no fue así. Morga le habló a Liandra de su don, de cómo marchitó a su hermano pequeño como si de una flor se tratase, de cómo pasaba horas y horas, días, meses, años, toda una vida encerrado en una vieja casa, que nunca llegó a ser un hogar. Liandra le cogió la mano y le dijo que lo comprendía, se miraron fijamente y se enamoraron. Recuerdo que durante aquellos días el olor a amor se podía esnifar en todo el pueblo. Un contraste perfecto para el fantasma de la guerra, del que solo sabíamos noticias por la radio.

 Ese brillo de ojos tan sublime. Mentiría si dijese que no me sentía dichoso al ver una pareja tan comprometida. Lo malo es que a muchos les producía envidia. Morga y Liandra nunca se casaron, para los más beatos del pueblo fue como vivir en pecado, pero a ellos eso no les importaba nada. Vivían en una burbuja translucida donde solo entraba la luz, y no tenían que responder ante nada para demostrar lo que sentían. Ellos eran sus únicos testigos, bueno, en realidad todos mamamos de aquella fuente de felicidad. Lo malo es que algunos no sabían lo que la felicidad en si representaba para ellos. Liandra envejecía un año en un día. Tanto yo como ellos sabíamos la razón, y a pesar de que hice lo que pude no tenía capacidad para curarlos. Me odié por ello. ¿Como un amor tan perfecto podía llegar a marchitarse? Una mañana Morga desapareció sin dejar rastro, una nota indicaba que no quería acabar con la vida de Liandra. Pero esta no se quedó quieta, le buscó en sueños hasta que le encontró, retirado en una casa de montaña. Liuandra fue a aquel lugar y reconoció a Morga de espaldas al fuego. Las palabras de Liandra fueron sencillas, pero directas:

“Prefiero vivir un mes contigo, que no pasar el resto de mis días sin corazón.”

 

El la besó. Fue un mes precioso, una primavera insólita. Recuerdo que durante ese tiempo todo el pueblo soñó cosas maravillosas. Hasta el fantasma de la guerra desapareció temporalmente. Todo parecía perfecto, todos nos saludamos amablemente, reíamos, los niños jugaban sin armas de madera. Todos nos enamoramos de la vida. Pero ese mes pasó demasiado rápido. 

  

El análisis no intencionado del sueño

El análisis no intencionado del sueño

 

“Cuando alguien persigue un sueño, todo el universo conspira a su favor.” Paulo Coelho.

 

El significado de los sueños es más profundo de lo que podamos imaginar, la mente se siente libre. Hace y deshace sin consultarnos nada. Nos crea mundos imaginarios donde somos felices o infelices. Situaciones pasadas que llevas en el alma o un futuro incierto en el cual nos vemos incapacitados de saber que paso dar.

Soñamos con gente que nunca hemos conocido ni conoceremos, con lugares dispares en los que nunca hemos estado, ni estaremos…

¿Y quién es capaz de analizar un sueño? Solo uno es consciente de lo que ha soñado, si meditamos sobre la situación reflejada en nuestro sueño, podemos llegar a darle un significado. Nuestra mente inconsciente nos avisa de lo que a nuestra alma le inquieta, de nuestras aspiraciones en este mundo, de nuestros fallos del pasado, de esas cosas que nos aterran.

Yo persigo desde hace tiempo un sueño que tuve, soy consciente de que puede resultar cómico hablar de ello, pero no está más lejos de lo que mi alma refleja en un espejo cóncavo. Sé que puede ser difícil, que incluso puede dar miedo, e incluso que la gente que encuentre en el camino, bien te de la mano, bien te ponga la zancadilla, pero si uno lo tiene claro, solo el tiempo le dará la razón.

 

Después de casi dos años llamó Morga a mi puerta, al abrir note que estaba desconcertado, y le pregunte: ¿Qué te ocurre?, este dijo: acabo de cruzarme con alguien que juraría haber visto en un sueño, y se ha quedado pasmada en medio de la calle, ¿acaso sabrá algo de mi don?

Recuerdo que le respondí que no creía que supiera nada y que cual era la razón de su visita.

El me respondió que iba a terminar con su existencia.

19/02/2008

 

Liandra, la traficante de sueños

Liandra, la traficante de sueños

“…anoche soñé lo que siempre quise ser en mi vida.”

Liandra tenía doce años cuando accidentalmente una noche se coló en el sueño de su padre, ella sabía que lo que estaba viendo no podía hacerle daño, pues sin saber la razón era consciente de que estaba en un sueño y no en la realidad. Y no era su sueño exactamente, sino el de su padre. Aquella situación le cambiaria la vida. Descubrió que podía colarse en los sueños de la gente, y lo más importante, modificarlos.

Su padre entró en cólera cuando esta le contó su don.

Poco a poco se fue distanciando de él hasta que a los dieciocho años se fue a vivir con su tía. Trabajó una buena temporada con ella en “la taberna del mesías” donde servía cafés y copas a personajes dispares de todas las edades. Por la noche se colaba en sus sueños. Si alguien sufría por la pérdida de un ser querido, ella modificaba su sueño. Si alguien soñaba en algo que nunca tuvo, ella se lo ofrecía. Aquella época marchó bastante bien, hasta que la hambruna llegó al pueblo.

Decían que había estallado una guerra en el norte, que unos pensaban de una forma y otros de otra. En cualquier caso, el miedo inundo las calles. Cerraron todas las tiendas de comestibles, comenzaron a señalar con el dedo y a llevarse gente por las noches. Liandra en sus sueños veía miedo, angustia y agonía por un lado, delirios de grandeza por otro.

Su siguiente trabajo fue de ama de llaves de un señorito llamado José, muy bien formado, Por las noches hacía que el soñara con ella, pero siempre terminaba en pesadilla.

Un día comenzó a viajar por todas las mentes del pueblo. Una noche se coló en un sueño diferente al de los demás. Habían cientos de niños por todas partes, pero esos niños envejecían en cuestión de segundos, se marchitaban hasta ser solo polvo. Ella se quedó perpleja ante tal visión.

Pasó algún tiempo después de aquello, hasta que un día se cruzó con una persona que hacía marchitar la hierba que pisaba. Ella lo paró, pero se quedo en blanco sin saber que decir.

19/02/2008

El capítulo de las horas

El capítulo de las horas

Una vez naces, empieza tu reloj biológico, un sistema imparable y muy eficaz.

¿Y qué es el tiempo?

Unos dicen que es una manera de controlar al ser humano dentro de una pauta siniestramente perfecta.

Otros dicen que es así porque si y punto. Para un carpintero como yo fui, el tiempo era dinero, y el dinero, comida.

En mi más humilde opinión, el tiempo pasa y el ser humano lucha por olvidar esta regla vital. Nos metemos en guerras absurdas, envidiamos al vecino, creemos que somos tan perfectos que incluso a veces olvidamos que somos algo pasajero en este mundo. Ahora observo la montaña que tengo en frente de mí y me pregunto: ¿Qué soy yo? Supongo que un punto diminuto en una línea de tiempo donde ella permanece imperturbable.

El tiempo nos marchita, nos envejece, un buen día te levantas y  ves a alguien en el espejo, alguien que no conoces, pero que te resulta familiar. Si, eres tú.

Mi gran amigo Morga se dio cuenta muy pronto de aquello, estaba enterrando a su hermano y meditaba la manera de afrontar su don. Fue a verme, a pesar de que todos sabían de mi habilidad por sanar no pude hacer nada por él. Estuve con Morga apenas cinco minutos y sentí velocidad en mis entrañas, cansancio en mis movimientos, una sensación muy visceral.

Al día siguiente, al mirarme en el espejo vi una cana en mi cabello, ¿sería casualidad?

Más tarde me hablaría de su don.

Después de conocer a Morga, me di cuenta de lo importante que es el tiempo, ese que no apreciamos porque vamos deprisa. Cuando te lo roban te sientes impotente, pero a la vez llevas mas cuidado la próxima vez. Desde ese mismo momento aprecié cada minuto como si fuera el último de mi vida.



19/02/2008


Morga, el ladrón del tiempo

Morga, el ladrón del tiempo

 

“Existe una gran diferencia entre saber lo que es el tiempo y entender porque sucede…”

Morga era muy joven cuando descubrió su don, y aún así lo guardo receloso, sabía que era peligroso hablar de ello y que todos los niños se reirían de él si se enterasen.

 Huérfano demasiado pronto, aunque más pronto todavía para su hermano menor. Este era lo único que le quedaba de lo que una vez fue una familia. Una palabra con un significado amargo.

Los dos hermanos se llevaban dos años de diferencia y Morga, quizás por ser el mayor, sentía toda la responsabilidad.  Trabajaba más horas que su hermano, le preparaba la comida, y si no había se encargaba de robarla. Landre, el hermano menor jamás paso hambre, aunque su existencia fue más bien corta.

Landre murió de vejez con tan solo diecisiete años y Morga sabía muy bien el porqué. Llorar el día del entierro y pasar noches en vela no fue un antídoto ante tal aberración. El sabía que era el asesino de su hermano.

La gente del pueblo se preguntaba como un niño podía haber muerto de vejez siendo tan joven, claro que, solo Morga tenía la respuesta a aquello. Y es que su don era así de complicado, mientras que a Morga no le salían arrugas, Landre envejecía rápidamente. Morga se dio cuenta de que robaba juventud a aquel que estuviera cerca de él. Lamentablemente fue demasiado tarde para Landre.

Morga deseaba morir.

 

Dos años después conoció a Liandra.

19/02/2008

 

Preludio

Preludio

 

Mucho tiempo hace que quise contar la historia de cómo escapé, y aunque es una historia muy larga, seré todo lo más breve posible.

Mi pueblo era sencillo. Era una época donde todos los habitantes nos dedicábamos a recolectar las viñas para elaborar nuestro propio vino y la oliva para comerciar con el aceite.  Pero aquello solo sucedía durante sus fechas de recolecta, el resto de año éramos ganaderos, herreros, carpinteros o labradores. Yo era carpintero, un oficio muy respetado y con su propio gremio. No era tan importante como los labradores, que realmente se estaban enriqueciendo, pero teníamos trabajo y nos daba para seguir hacia delante. El trabajo más extraño que hicieron mis manos fue una puerta con relieve que mostraba la hazaña de un hombre luchando contra un lobo. Dicen que desapareció hace años, que el demonio la rasgó con sus pezuñas. No sé, a veces la iglesia se crea sus historias para destruir todo aquello que se sale del patrón.

Escapé de mi pueblo, en parte, gracias a la suerte. Hacía tiempo que el pueblo estaba dividido en dos opiniones en referente a mi persona. Todavía hoy tengo el don de curar con mis manos, y eso mucha gente no lo entendía, unos iban a verme por un dolor de cabeza, otros me escupían por la calle. Unos decían que era un santo, otros me insultaban y querían verme muerto.

A pesar de que mi don lo conocía bastante gente no fue esta la razón por la que escapé de mi pueblo.

La única razón fue la que conoce todo el mundo, aunque no se puede pronunciar sin quedar dañado por lo que en su día hizo.

La única razón fue el fantasma de la guerra.

 

“estos zapatos están tan rotos,   y mi viaje sin comenzar”.

19/02/2008