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El autodidacta ambulante

Cuando el amor llegó al pueblo

Cuando el amor llegó al pueblo

Al salir Morga de mi casa, Liandra estaba esperándole, le contó que vio su sueño, que tenía el don para ello. Ella tenía miedo pues esperaba una reacción parecida a la de su padre años atrás, pero no fue así. Morga le habló a Liandra de su don, de cómo marchitó a su hermano pequeño como si de una flor se tratase, de cómo pasaba horas y horas, días, meses, años, toda una vida encerrado en una vieja casa, que nunca llegó a ser un hogar. Liandra le cogió la mano y le dijo que lo comprendía, se miraron fijamente y se enamoraron. Recuerdo que durante aquellos días el olor a amor se podía esnifar en todo el pueblo. Un contraste perfecto para el fantasma de la guerra, del que solo sabíamos noticias por la radio.

 Ese brillo de ojos tan sublime. Mentiría si dijese que no me sentía dichoso al ver una pareja tan comprometida. Lo malo es que a muchos les producía envidia. Morga y Liandra nunca se casaron, para los más beatos del pueblo fue como vivir en pecado, pero a ellos eso no les importaba nada. Vivían en una burbuja translucida donde solo entraba la luz, y no tenían que responder ante nada para demostrar lo que sentían. Ellos eran sus únicos testigos, bueno, en realidad todos mamamos de aquella fuente de felicidad. Lo malo es que algunos no sabían lo que la felicidad en si representaba para ellos. Liandra envejecía un año en un día. Tanto yo como ellos sabíamos la razón, y a pesar de que hice lo que pude no tenía capacidad para curarlos. Me odié por ello. ¿Como un amor tan perfecto podía llegar a marchitarse? Una mañana Morga desapareció sin dejar rastro, una nota indicaba que no quería acabar con la vida de Liandra. Pero esta no se quedó quieta, le buscó en sueños hasta que le encontró, retirado en una casa de montaña. Liuandra fue a aquel lugar y reconoció a Morga de espaldas al fuego. Las palabras de Liandra fueron sencillas, pero directas:

“Prefiero vivir un mes contigo, que no pasar el resto de mis días sin corazón.”

 

El la besó. Fue un mes precioso, una primavera insólita. Recuerdo que durante ese tiempo todo el pueblo soñó cosas maravillosas. Hasta el fantasma de la guerra desapareció temporalmente. Todo parecía perfecto, todos nos saludamos amablemente, reíamos, los niños jugaban sin armas de madera. Todos nos enamoramos de la vida. Pero ese mes pasó demasiado rápido. 

  

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